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Análisis

Fracasar con estilo: el arte de levantarse de las derrotas con humor

"En una sociedad que idolatra el éxito inmediato, aprender a caer —y hacerlo con sentido del humor— puede ser la lección más valiosa de todas"

Publicado: 27/05/2025 ·06:00
Actualizado: 27/05/2025 · 06:00
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Todos tenemos alguna de esas historias en las que todo se tuerce y que, con el tiempo, acaban siendo las más divertidas de contar. Yo mismo he protagonizado unas cuantas. Una especialmente buena fue en una conferencia bastante seria, con un público formado por ingenieros principalmente, donde quise quedar bien soltando una palabra técnica en inglés que, en teoría, iba a darme un toque de brillantez. Pero la palabra me traicionó (o más bien yo a ella) y acabé diciendo justo lo contrario de lo que quería decir. Recuerdo perfectamente las caras: unos con la ceja levantada, otros reprimiendo la risa… y yo, en cuanto lo noté, no tuve más remedio que reírme también con ellos. Y oye, fue mano de santo: la gente se relajó, yo también, y al final la charla fue un éxito. Un éxito raro, de esos que nacen del ridículo bien gestionado. Hoy cuento esta anécdota entre risas para ilustrar que, efectivamente, aprender a gestionar los errores nos hace crecer y nos acerca mucho más a las personas.

Vamos a decirlo claro: todos metemos la pata. Y no una vez, sino muchas. Es parte del juego. Lo curioso es que, a pesar de ser lo más natural del mundo, seguimos viviendo en una cultura que parece obsesionada con evitar el error, como si fallar fuera algo vergonzoso. Y claro, con tanto miedo a equivocarnos, lo único que conseguimos es bloquear el aprendizaje y aumentar la ansiedad. Cuando en realidad, son precisamente esos fallos los que más nos enseñan. A veces uno necesita tropezar varias veces para darse cuenta de por dónde no es. Y eso también es valioso. De hecho, si observamos bien, detrás de cada gran logro casi siempre se esconden varias derrotas previas.

 

Las derrotas son la manera que tiene la vida de decirnos que podemos hacerlo mejor"

 

Hace poco recordaba, a mis alumnos del grado en marketing, la historia del fundador de KFC, el Coronel Sanders, que resulta especialmente divertida e inspiradora. Antes de que su famoso pollo frito triunfara, el hombre tuvo que escuchar la palabra "no" más de mil veces. ¡Mil rechazos! Imagina por un momento la persistencia que tuvo que tener este hombre para seguir insistiendo después de cada puerta cerrada. Seguramente, después del rechazo número cien, sus amigos y familiares ya pensarían que estaba un poco chiflado, pero él siguió adelante. Hoy, esa determinación forma parte esencial de su legado y nos demuestra que, a menudo, el éxito no es más que la suma de muchos intentos frustrados bien gestionados.

En el fondo, las derrotas son la manera que tiene la vida de decirnos que podemos hacerlo mejor. Cuando algo nos sale mal, lo normal es sentirnos mal un rato. Pero lo importante viene justo después: cuando nos levantamos, nos sacudimos el polvo y analizamos qué hemos aprendido para intentarlo de nuevo, ahora con más sabiduría y mejor humor.

 

Lo importante no es evitar las caídas, sino aprender a levantarse con calma, con humor y con algo de dignidad, aunque a veces cueste"

 

Recuerdo también con cariño un fracaso personal en mi primer partido de rugby como titular. Tras semanas de entrenamiento intensivo y preparación meticulosa, llegó el día esperado. Salí corriendo por el túnel de vestuarios como si no hubiera mañana, lleno de motivación y energía, convencido de que conseguiría mi primera victoria ante un rival difícil y me ganaría el puesto para siempre. Lo que no había previsto era la caída épica que protagonizaría antes de llegar a pisar el césped del campo, tropezando torpemente con el cordón suelto de mi bota. Ese día, no solo no conseguí mi objetivo, sino que acabé el partido con un raspón memorable y muchas risas de mis compañeros, que no tardaron en recordármelo cada vez que podían. Curiosamente, hoy aquella caída es lo que más recordamos todos de aquel día, mucho más que la hipotética victoria que nunca llegó.

Al final, la cosa es sencilla: si uno se atreve a vivir de verdad, se va a equivocar. No hay escapatoria. Y no pasa nada. Lo importante no es evitar las caídas, sino aprender a levantarse con calma, con humor y con algo de dignidad, aunque a veces cueste. Porque lo que de verdad nos define no es el tropiezo, sino cómo reaccionamos después. Hay gente que, tras un batacazo, se recompone, se sacude el polvo y sigue caminando como si nada y eso, más que inspirar, reconcilia con lo humano.

Así que, recordemos esto: «Las derrotas no son fracasos definitivos, sino oportunidades disfrazadas de aprendizaje». Aprendamos a reírnos de ellas, a contarlas sin miedo y, sobre todo, a compartirlas. Porque las mejores historias y los mejores aprendizajes casi siempre empiezan con un pequeño desastre inicial que acabamos recordando con cariño y, sobre todo, con mucha, muchísima risa.

 

Dr. Pedro Juan Martín Castejón

Miembro del Consejo Directivo de Marketing y Comercialización (CGE)

Profesor de la Universidad de Murcia. Departamento de Comercialización e Investigación de Mercados

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