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El simio de la Catedral

Preside una ventana para celebrar la incorporación de Mesoamérica a la Hispanidad

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MURCIA. En 1512, acaso para conmemorar los 20 años de la conquista de Granada, se levanta la Puerta de las Cadenas de la Catedral de Murcia. Es la que da al norte y a la ciudad. En los arcos abocinados que circundan el borde superior se labran los bustos de los Reyes Católicos, de su hija Juana, y del esposo de ésta, Felipe el Hermoso, del hijo de ambos, Carlos de Austria y de Mateo Lang, obispo de la diócesis. Es una hermosa pieza del Renacimiento en estas tierras.

 

En 1540, Jerónimo Quijano, montañés encargado del segundo cuerpo de la torre, y de otras labores catedralicias, nos deja un hermoso ventanal, cegado, en el que la ciudad celebra una nueva efeméride de la Corona: la incorporación de Mesoamérica a la órbita española, no ya castellana tan sólo. Y hablando con propiedad, hispana. Para ello, la mentalidad de Quijano -arropado en la escasa cultura de universalidad empírica de la época- concibe la figura de un simio para "presidir" la ventana. Imagina el artífice, sin ninguna maldad por su parte, al simio como señor de la selva; una selva, que, al sur de Nueva España, es ya la guatemalteca. Diez años antes, ya ha llegado noticia de la tierra nueva bajo la égida del Austria.

 

Pero nuestro alegre simio no está solo. Lo escoltan sendos angelitos, algo creciditos, con sus alas, un tanto grandes. Quijano imagina a nuestro Rey de la Ventana, tocado con algo parecido, de frente, a un abanico, del que salen ubérrimas frutas. El estilo recuerda a las primeras imágenes que llegaron de los aztecas principales.

 

Un excurso, para decir que la “Conquista” de Guatemala, la hizo Pedro de Alvarado con un ejército en el que eran mayoría los guerreros aztecas; tan pronto pasaron de derrotados, a colaboradores en la fundación de la Hispanidad, fin del excurso.

 

Los mismos angelitos portan un tirso, acabado en altura por sendos pompones de los que escapan, asimismo abundantes piezas de fruta. El tema se repita por las guirnaldas caídas por ambos lados del cegado ventanal; desparrame caótico de frutas tropicales, simbolizando riqueza.

           

Desde hace poco tiempo relativamente hablando, el murciano medio ha pensado que las tales frutas no a otra cosa aludían sino a la riqueza hortícola y frutal de la Huerta de Murcia, cayendo en un error muy común: hodiernidad; esto es, juzgar y analizar el ayer con los parámetros de hoy. La Huerta, en aquel tiempo de Austrias, era cereal, que alimenta. La fruta viene después, cuando el cereal se relega al secano, y el regadío a huerta y fruta. Tal cambio sucede más o menos, con el paso del XIX al XX.

 

Así, pues, la ventana celebra la incorporación de Mesoamérica a la Hispanidad. Antes, en un antes muy reciente, hubiéramos dicho que celebra la Conquista de México. Otro error de hodiernidad. México no existe hasta 1821. El simio es trasunto de inocencia y alegría; es decir, transmite el mito del buen salvaje: libre, rico y feliz, habitante de tierras ubérrimas, siempre en el acervo popular español del tiempo. En absoluto es animalización de los nativos que encuentra Cortés, que vio entre aquella población a la que fue el amor de su vida: Malinche, a la que tanto debemos los hispanos.

           

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