Entrevista

Murcia Plaza Cultura

María Roig presenta 'Ama de casa' en Murcia: "Tenía claro que quería colarme en el espacio privilegiado de los que escriben"

La escritora catalana estará en Libros Traperos este miércoles, a las 19.00 horas, con su primera novela

  • María Roig
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MURCIA. María Roig se costeó los estudios universitarios con tres empleos, mientras que durante los veranos trabajaba en Noruega o Dinamarca. Recuerda que en uno de estos trabajos precarios en el extranjero llegó a trabajar de camarera con jornadas de 14 horas diarias, dedicando su único día libre a ir a la biblioteca. "¿De dónde vienes?", le preguntaban cuando volvía. A lo que ella respondía con síndrome de impostora: "De escribir mi novela". Porque esta catalana que se ha tenido que inventar muchas cosas por el camino, tenía claro que se quería colar en ese espacio privilegiado de los que escriben, de los que han tenido las herramientas para poder dedicarse a la literatura. Y lo ha logrado. Su primera novela, Ama de casa, ha irrumpido en el panorama literario para contar, con una voz nueva y singular -que se agradece-, el hundimiento interno de una familia que tiene como telón de fondo otro hundimiento, el que se produjo en el barrio del Carmelo de Barcelona en 2005, su barrio, como consecuencia de las obras del metro. Todo ello a través de la mirada de una niña que no juzga.

La actriz y escritora, quien hasta hace unos meses seguía siendo una pluriempleada, presenta su primera novela este miércoles, a las 19.00 horas, en la librería Libros Traperos de Murcia (calle Ronda de Garay). Allí hablará de esta historia que tenía la necesidad de contar y de defender, y donde el silencio es el tema principal. Pero antes, María Roig contesta a las preguntas de Murcia Plaza sobre esta novela cuya portada protagoniza ella misma de niña vestida con su traje de comunión y cuya escritura desde la austeridad conlleva un acto de rebelión.

Eres actriz y has trabajado en un montón de cosas distintas para salir adelante… ¿De dónde nace la necesidad de escribir y de escribir este libro en concreto?

Pues mira, como decía María Zambrano, escribir es defender la soledad en la que se está. Partiendo de esta premisa, que me encanta, la escritura en mi caso nació de querer defender una voz que era la de la infancia, la voz del testigo y darle un espacio de existencia. Además, yo estudié Teoría de la Literatura; me he formado tanto en interpretación como en estudios literarios. He pasado muchas horas en la biblioteca y he sido muy lectora antes de ponerme a escribir. La necesidad de escribir me ha venido de saber que tenía una historia que contar y que necesitaba ser defendida.

Esta historia que tenías dentro la cuentas desde la mirada de una niña, que siempre da más libertad, ya que deja espacio para la fantasía. ¿Hasta dónde hay de memoria y hasta dónde de ficción en esta novela?

Es verdad que la decisión de que la voz narrativa fuera la de la niña tenía que ver con eso, con darle la voz al testigo y a la infancia. Ya se sabe que las voces de los niños, de los locos y de los borrachos son voces que no acostumbramos a escuchar. Y es verdad que también me permitía dar rienda suelta a la fantasía, a la imaginación, a la vez que me obligaba a dejar fuera ciertas cosas que, desde la mirada adulta, tenderíamos a juzgar. La mirada de la niña acompaña lo que está sucediendo todo el rato desde la compasión y eso es lo que me interesaba.

Y es que creo que vivimos en una sociedad donde estamos muy acostumbrados a señalar con el dedo a víctimas y culpables, y todos tenemos un contexto. Creo que deberíamos entrenarnos más en ser buenos lectores, porque al final un lector está rellenando huecos constantemente. La literatura no nos lo da todo masticado y hay huecos indeterminados que tenemos que rellenar nosotros. En este caso, la niña me parecía una gran lectora que optaba todo el rato por rellenar los huecos con compasión.

El poner en la portada una foto tuya de niña, ¿es un guiño al lector?

Total. Es un pacto que hago con el lector desde el primer momento. Es un pacto autobiográfico, a la vez que también es un guiño a que se haga partícipe de la historia, porque al final la voz es la de la niña, una niña fantasiosa y todo lo que va a ser contado no tiene por qué ser cómo a priori se cuenta. Me parece que en esta novela tiene un gran peso el silencio y todo lo que no se dice.

¿Sobre qué temas has querido hablar en Ama de casa?

Pues, como te digo, lo más importante es lo que no se dice, todo lo que queda encerrado dentro de las casas, porque aunque en este caso haya una voz que está narrando desde el interior, no deja de ser una voz que ha sido adoctrinada a callar. Para mí, el silencio es el gran tema de esta novela; así como los hundimientos, que en este caso es el del barrio del Carmelo de Barcelona, que coincide con el derrumbamiento familiar. Solemos posar la mirada sobre lo público mucho antes que sobre lo privado y, al final, un edificio que se derrumba es algo evidente. Lo que no conocemos son los derrumbamientos interiores que, por ejemplo, sufrieron esas familias que lo perdieron todo o esas familias en las que ya se estaban derrumbando otros cimientos esenciales.

Yo sentí que podía contar esta historia desde muchos lugares y, de hecho, creo que también va a ser algo con lo que tendré que acarrear el resto de mi vida, con  la decisión que tomé al contarla desde aquí. Pero fue una decisión de contarla con compasión y sin enjuiciar.

Escribir desde el cuerpo

  • María Roig -

¿El barrio del Carmelo se convierte en un personaje más de la novela, con una historia paralela a la de los personajes?

El barrio sirve para contar cómo son esas vidas del interior, porque al final es un lugar que, igual que la familia, no tiene un acompañamiento y no tiene una red, y a mí me interesaba que los personajes principales tuvieran esa soledad. La madre no tiene una red de acompañamiento, no tiene amigas, no tiene familia allí donde está. Está sola. Me parecía que lo que le sucedió al barrio tenía que ver con eso. El hundimiento se produjo porque se abarataron los costes de obra; en el caso de haberse tratado de otro barrio, de otra clase, no hubiese pasado esto.

¿Cómo te ha influido tu formación como actriz a la hora de concebir la novela?

Para mí tiene que ver mucho con escribir desde el cuerpo. Creo verdaderamente que nuestra autobiografía está en el cuerpo y hay que pedirle explicaciones al cuerpo, que es lo que más guarda y calla. Entonces, intenté todo el rato pensar mucho, imaginarme los cuerpos de esos vecinos, de esa familia, de esa madre, en cuya crisis nerviosa están todas las tragedias que le están sucediendo y todo lo que no se está nombrando. Porque, al final, ese currucucu, ese hablar de manera desordenada e incesante, tiene que ver con que se le está cayendo todo lo que conoce y todo lo que le habían dicho que tenía que hacer como mujer: tener un marido, un hogar, una niña… Esa madre tiene muy pocas herramientas para entender que ese castillo se está cayendo. Y creo que lo que nos pasa se convierte en síntoma en nuestro cuerpo. Aparecen tics nerviosos, ronchas en la cara, eczemas… Todo eso me venía de pensar el cuerpo desde la actriz.

Emprendiste una campaña de micromecenazgo para poder escribir esta novela, lo que no es muy habitual; se suele hacer después para publicar. ¿Cómo fue todo este proceso?

Creo que nos pensamos desde nuestras madres, y no sólo desde las biológicas, sino también desde nuestras madres literarias o referenciales. Pero a mí me faltaban esos referentes que me pudieran decir que yo podía hacer lo que quería hacer, viniendo de donde venía. Entonces me lo tuve que inventar, me inventé el camino. Es verdad que hice la campaña de micromecenazgo, que me salvó durante un periodo de meses, pero no me solucionó las cosas. Al final, si te paras a pensar lo que nos significa como personas es tener un salario digno, hacer lo que nos gusta… Pero si estás encerrada en un trabajo donde se te apaga la imaginación, luego ponerse a escribir es más difícil, aunque también es un gesto de rebelión. Yo tenía claro que quería colarme en ese espacio privilegiado y poner un antecedente, porque sé que hay otras como yo, me las he encontrado en el camino.

Porque piensas que ese poder escribir, la literatura, parte de estar en un lugar privilegiado...

Absolutamente. Pero no solo para ponerse a escribir, sino para haber accedido a las herramientas que tienen que ver, no únicamente con la habitación propia, sino también con permitirse comprar libros, por ejemplo. En este sentido, estoy muy agradecida a las bibliotecas, tanto por el espacio físico que ofrecían, esa habitación propia, como por la posibilidad de coger libros, películas y poder tener acceso a esas herramientas.

Yo recuerdo ir a la universidad y no tener tiempo para leer, para estudiar, porque tenía tres trabajos. Había una diferencia cuando con 20 años mis compañeros se iban a la biblioteca a estudiar y tenían la legitimidad de defender unas ideas que yo no podía tener. Creo que al final las condiciones materiales están ligadas a la legitimidad que nos damos y que nos podemos ofrecer. Y eso es algo que yo también he tenido que construir a lo largo de los años.

¿Supongo que todo lo público, desde la escuela a la universidad, han jugado un papel muy importante en tu formación?

Absolutamente, sí. Deberíamos ponernos todos a defender las universidades públicas ante el crecimiento de las privadas. Pero, incluso, siendo públicas, son un privilegio. A mí me costó muchísimo costearme la universidad. He trabajado como teleoperadora o camarera a jornada completa sin un salario digno, por lo que tenía que tener más de un trabajo. De hecho, he sido pluriempleada hasta hace unos meses.

También has pasado tiempo fuera de España, trabajando en lo que te salía...

He estado las temporadas de verano en Noruega y en Dinamarca, donde me quedé durante el covid, lo que significa que no he tenido vacaciones en todos los años de mi vida. Y he trabajado de todo. De camarera, trabajaba turnos de 14 horas y tenía un único día libre, en el que me iba a la biblioteca con el síndrome de la impostora. Recuerdo que volvía al trabajo con la mochila y me preguntaban de dónde venía; yo les contestaba que de escribir mi novela. Y se reían de mí.

Por poner un punto positivo, todo esto también te habrá proporcionado un bagaje de experiencias que muchas personas no tienen.

Totalmente, totalmente. Y me siento muy agradecida. El último año estaba muy enfadada y tenía la idea del sacrificio muy metida en el cuerpo, pero me di cuenta que también tenía que deshacerme de eso y acepté que esta novela la tenía que escribir desde la austeridad. Creo que escribir también es agradecer. Entonces aprendí a entrenar una mirada que percibiese los milagros, porque los milagros acontecen; en mi caso siento que han sucedido. Cuando me ponía a mirar el mundo desde una mirada amable, acontecían. Entendí que tenía que empezar a deshacerme de esa idea de sacrificio, que las cosas igual no tenían que costar tanto, sino que la vida tiene que estar no tanto en la lucha sino en el baile, que es algo que me decía una amiga

Para acabar, ¿qué destacarías de tu estilo?

Tenía muy claro que quería escribir para las que no leen y para las que no escriben, porque mi génesis tiene que ver con eso. Eso también te produce un choque cultural, cuando los mundos a dónde quieres llegar no los puedes contar en casa, porque hay una distancia que los separa. No quería escribir una novela para eruditos de la academia, sino una que mi madre pudiese leer.

  • Novela Ama de Casa -

 

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